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Patricia Pólvora y Ana Basanta: «Tras la pandemia, dejaremos a un lado las cosas poco importantes»

Ana Basanta y Patricia Pólvora, en una imagen del mes de enero

Las autoras de Doctor, no voy a rendirme, Patricia Pólvora y Ana Basanta, hablan en esta entrevista de su relación con el mundo de la enfermedad. Patricia, la protagonista del libro, convive desde hace quince años con una dolencia crónica y ha luchado para que eso no le impida perseguir sus sueños. Sus vivencias y reflexiones, junto a las de Ana, la periodista que la ha ayudado a escribir su biografía y mejor la conoce, resultan ahora de la máxima actualidad en un mundo atemorizado por los problemas de la salud.

¿Qué lección o mensaje creéis que aporta la lectura de Doctor, no voy a rendirme en estas semanas de confinamiento?

Nadie dijo que fuera fácil, cada uno ideará sus estrategias para salir lo más ileso posible y para cuidar a los suyos. Un día funcionarán y otro estaremos mal, porque tener momentos de negatividad y de esperanza es humano. Al final, cada uno hará su propio balance. Nos daremos cuenta de qué es importante, de qué es el éxito y de todo lo que podemos aportar. Seguramente dejaremos a un lado las cosas poco importantes.

¿Cómo vive una enferma crónica como tú, Patricia, esta pandemia del COVID-19? ¿Eres población de riesgo por tu artritis reumatoide?

Patricia Pólvora: Sí, soy lo que se conoce como persona de riesgo por dos razones. La primera, porque tengo una enfermedad crónica que afecta al sistema inmunitario, que ya por defecto lo debilita. Y la segunda porque a mí me dan un medicamento biológico, clasificado como un anticuerpo monoclonal, y medicamentos inmunodepresores, que afectan al sistema inmunitario.

Por tu parte, Ana, eres una periodista que trabaja en un medio digital que se renueva constantemente. ¿Cómo llevas a cabo tu tarea informativa en estos días? Además, tienes familiares con enfermedades crónicas a los que debes cuidar.

Ana Basanta: La tarea informativa es frenética y el teletrabajo no es el medio más rápido cuando Internet falla. En la redacción tenemos más recursos. Se hace lo que se puede durante el día y se acaba agotada al ir a dormir. Mis padres tienen 80 y 82 años, son personas de riesgo y debo compaginar también las tareas para ellos, como hacerles la compra, y alguna salida al médico (siempre confirmadas previamente con el doctor o la doctora) durante toda esta locura. Paso temor por si tengo síntomas y puedo contagiarles. El confinamiento por sí solo es llevadero pero, junto a todas las demás responsabilidades, resulta un estrés.

Por tu parte, Patricia, en un pasaje del libro hablas de que “el terror de los terrores era la dependencia” y atribuyes a tu capacidad de independencia haberse convertido en el motor que te lleva adelante… ¿qué mensaje le darías a otros enfermos crónicos como tú sobre la importancia de este aspecto?

P.P.: Este es un tema delicado, porque cada persona lo vive de manera diferente. Muchas veces mantengo un diálogo con personas que han elegido otro camino y a las que esa elección les ha llevado a una vida más agradable, un camino que por supuesto respeto pero es totalmente opuesto al mío. Personas en la misma situación que yo, que han preferido elegir la dependencia económica o física, porque les ha permitido disfrutar de otros aspectos de la vida, como puede ser la familia: estar con sus hijos o llevar a cabo un sueño. Mi personalidad siempre ha estado más cerca de la independencia a todos los niveles: con siete años me subí a un avión y viajé 30.000 km. a un país que no conocía (Uruguay) para quedarme dos meses con unas personas que no conocía, que eran mis abuelos pero a las que no recordaba. Empecé a trabajar con 12 años y me independicé con 19. Estas y otras situaciones hacen que aprendas que la independencia te lleva a conseguir aquello que necesitas. Para una persona con un fuerte carácter independiente es muy difícil aceptar que el día de mañana tengas que depender de alguien o del Estado.

¿Crees que la educación recibida de tus padres y la peripecia de su vida, huyendo como refugiados políticos y adaptándose a diferentes culturas, ha sido decisiva para forjar tu carácter?

P.P.: Totalmente. estoy convencida de que todo lo que nos pasa en la vida forma parte de la creación de nuestra personalidad. Creo que es un ingrediente muy fuerte e impactante. Una persona, o una familia, que pasa por una situación que puede llevar a la muerte y consigue superar esa situación, vive de por vida con una especie de sensación de agradecimiento hacia el mundo, Y desarrolla una capacidad de comprensión y empatía hacia otras situaciones similares. Con el tiempo, esto forma parte de tu personalidad y será lo que marque qué tipo de trabajo eliges, a quién te unes, cómo ayudas. No creo que sea la regla general, pero sí es lo que yo he vivido. Creo que mi carácter está muy marcado por mi pasado y por mi experiencia como extranjera en varios países.

Como escritora y periodista, Ana, ¿qué crees que nos aporta la historia de Patricia respecto a cualquier otra biografía que podamos encontrar en una librería?

A.B.: Patricia suele decir que su historia es la de muchas personas que siguen adelante a pesar de las adversidades. Yo creo que es mucho más. No conozco ningún caso así. Por supuesto que habrá historias de guerras, refugiados, enfermedades y cuidadores que sean para quitarse el sombrero. Pero me gusta esta historia porque parece cotidiana, simple y auténtica, hasta que vas tirando del hilo y no dejas de sorprenderte. Descubres un pasado en campos de refugiados en Suecia con personas que trabajaban para sacar a la gente de las cárceles de su país, Uruguay. Compruebas que a pesar de tener una enfermedad crónica que se deja ver física y mentalmente, Patricia viaja, funda Teterum, es madre, tiene unos valores sociales que aplica a su vida y a su empresa… Es el tipo de empresaria, mujer y persona en el que yo creo y a la que admiro. Al finalizar el libro, a muchos nos cambia el concepto de qué es el éxito.

¿Cómo has conseguido que Patricia te cuente su historia, dura y difícil?

A.B.: Yo también me lo pregunto. Creo que la base es la confianza, por parte de las dos. Todas las entrevistas que le hice tenían un esquema y todos los capítulos que escribí/escribimos tenían un objetivo, pero no diseñé una estrategia rígida. A veces empezábamos con un tema y acabábamos con otro que no tenía nada que ver, o hablábamos de cómo nos iban nuestros proyectos actuales, de cómo estaban nuestras familias, de qué queríamos hacer en verano… Supongo que las dos nos sinceramos, ella más que yo, y nos comprendimos. Yo admiro a Patricia por su empuje y por su capacidad para explicar sus retos y dificultades desde la normalidad, sin dramatismo y sin minimizar los malos momentos. Quizá tenemos eso en común, ese punto intermedio a la hora de analizar los problemas y las soluciones, que hizo que conectáramos.

Tras conocerla tan a fondo, ¿crees que nuestra sociedad tiene mucho que aprender de las personas en la situación de Patricia? ¿Conocemos suficientemente la realidad de los enfermos crónicos y la valoramos?

A.B.: La sociedad en su conjunto tiene, o tenemos, mucho que aprender de personas como Patricia. Cuenta con una capacidad de decisión cuando todo está en contra que contagia vitalidad. Dejó un sueldo buenísimo en una empresa en la que estaba muy bien valorada para ser emprendedora, con un producto como el té, que en principio no parece de consumo masivo. Lo hizo para incorporar en su proyecto a personas con síndrome de Down, esclerosis múltiple o autismo. Lleva muchas operaciones en las manos y ahí sigue: al día siguiente de operarse, está activa, usando el teléfono y atendiendo a gestiones varias. Las personas con enfermedades crónicas no son un diagnóstico; tienen un problema de salud. En muchísimos casos, disponen de tantas capacidades como quien no padece esa patología. Han de medicarse, de acuerdo, pero tienen tantos proyectos y ganas como el resto. Dependerá de la enfermedad, claro, pero en muchísimos casos es así.

 

 

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