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Aquel entrañable prólogo de Federico Luppi
El libro que en 2005 dedicamos al cine argentino y su éxito en España, Che, qué bueno que vinisteis, escrito por Juan Carlos González Acevedo, contenía una perla que hoy es obligado recordar. Federico Luppi, el gran actor que falleció el pasado 20 de octubre en Buenos Aires, fue el autor de su prólogo, escrito con la pasión que siempre desplegó como actor y como persona. Este el contenido del texto, que reproducimos íntegramente como homenaje al gran actor y por su valor intrínseco, ya que describe tanto su punto de vista sobre la realidad argentina como la función que un libro tiene en cuanto guardián de la memoria frente al paso del tiempo:
UN CORAZÓN A VECES DIVIDIDO
por FEDERICO LUPPI. Madrid, noviembre de 2004
Este es un libro que cuenta historias de cine y de actores argentinos en España y, recorriendo los datos fidedignos y fundados, vemos también cine y actores españoles en Argentina, en una línea de idas y vueltas que unifica un atlas de exilios laborales y políticos, cuyas consecuencias afectaron y afectan (el viaje aún no ha terminado) el tejido de amores lesionados, desgarrones, encuentros, crecimientos y muertes que tintan con su impronta la cultura y el vibrato comunicante entre ambos países.
Lo que escribo nunca será un prólogo, aunque así lo llame; antes bien, es un peaje que me permite tener en mis manos un documento sin precio, animado por la sabia tenacidad de la memoria, por el estímulo del amor al cine y a la gente que lo hace, por intentar entender los puntos de anclaje común, de historias compartidas, de sueños que pueden tocarse en cualquier esquina del mundo donde lo solidario de la ficción identifique a estos encuentros como pulsiones de la apetencia humana por un mundo mejor hecho. Corre uno sus páginas y es casi como una relectura de melodramas románticos; el cariño, el asombro, la recuperación de nombres, documentos y trozos de la historia fílmica de lejanas orillas nos invade. Sobrecoge al ver cuánto se hizo y se afianza la idea saludable de que si así fue, también así puede ser de nuevo y rubricamos el deseo con un golpe de afirmación y empeño, emblema éste que le corresponde al corazón. Es un libro donde la objetividad del dato, de las cantidades y las fechas, es acompañada por la ubicación y clarificación de los contextos sobre los cuales se recorta el fluir del cine, las venturas personales de los creadores, los condicionantes que pautaban el paso de los protagonistas y los, a veces, inmanejables determinismos que forzaban la mano o torcían una elección de vida. Cuando el tiempo, con sus mudanzas, empañe la visión de todo lo ocurrido y nos coloque en la antipática oportunidad del olvido, será obligación intelectual recurrir a este trabajo para saber qué somos, de dónde venimos, qué pintamos en este trasvase mutuo entre Madrid y Buenos Aires, para poder dejar libre y limpio el lugar desde el cual el afecto, ya instalado, agradezca y reconozca a los que estuvieron antes.
Hay entrevistas a gran parte de los nombres argentinos que filman en España. Cada uno con minuciosa pasión, con la apertura franca de un corazón a veces dividido, a veces soldado en su necesaria afirmación del oficio; todos conscientes de la rabiosa marejada histórica que sacudió la cultura en las feroces décadas del silencio y la muerte en Argentina. No afirmaría que hay un cine argentino si se entiende como un programa que aglutina o plantea puntos estéticos de factura común. Creo que luego de las experiencias de la canalla militar y política, del saqueo y venta del país por la camarilla aliada del poder de mercado, los que recorrían el camino audiovisual vieron, vivieron y evaluaron el trabajoso edificio de mentira y traición levantado por los fariseos vernáculos. Cada vertiente que alimentaba el pulso del país fue destrozada: educación, justicia, investigación, energía, finanzas. Y esos tempranos brujos, convencidos del poder de la imagen, decidieron cortar la cinta sin fin de la estafa moral; cometieron el más productivo de los parricidios. Sin corsés ideológicos, sin estridencias de comité, sin petardismos de mesas redondas, tomaron, dieron vida y expusieron todos los temas «políticamente incorrectos» que descubren con su mera presencia el culo al aire de los neodefensores del latrocinio.
Este libro, de rigurosa probidad investigativa, habla de todo eso. Como argentino, como actor, como lector de la catártica realidad cotidiana de mis dos patrias, me produce enorme alegría saber de la existencia de esta reserva de la historia fílmica de españoles y argentinos. En sus páginas encuentro el viento de cariño que me restituye la identidad de habitantes de ambos amores.
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